jueves, 31 de julio de 2008

Tiempos de guerra.

-Día XL

Ando tirado en un campo de minas, expuesto a algún movimiento en falso. Arriesgándome a desprender mis extremidades de mi cuerpo.
Mis armas se han quedado sin munición, y aun no puedo cruzar al otro lado del campo.

Necesito ver alzada la bandera blanca, para poder decidir mí ansió acto.
Agonía…la de cada día.

jueves, 24 de julio de 2008

Tiempos de guerra.

-Día XXXIV

¿Puedes permanecer varias semanas oyendo el silbido de las balas, en tu propio campo de batalla y aun así, no perder la cabeza?
Venciendo cada mañana al sueño, para llegar a tu adiestramiento, prestando el
Cincuenta por ciento de tus sentidos, complementándolo en tu refugio con el otro cincuenta, para encontrarte cada día un poco mas cerca del fin de tu guerra personal.

Viniéndote a bajo, por no poder abrazarte a los brazos de la persona que te restablece de los aturdimientos que sufres al morir el día.
Lo único que puedes hacer es pensar en ella, y fantasear con el momento en que os hagáis un solo alma. Hasta que caes en la cuenta, que ella, también combate su propia batalla y con tus deseos, puedes distraerle y hacer que pierda.

Llegando a repetir ese ciclo cada mañana, dime…
¿Qué haces para no consumir tu aliento?

domingo, 13 de julio de 2008

Días de tempestad.

-Día XXX

Hace unas semanas llegó hasta mi refugio una chica buscando un lugar donde poder protegerse.
Le adentre en mi mundo y ambos compartimos nuestras vidas mientras nuestros corazones iban encogiéndose por la sonrisa del otro.

Este lugar ya no parece un hogar frió donde esperar la muerte por el desgaste de mi cuerpo. Ahora la soledad se ha vuelto un acto hermoso…
Podría quedarme acá toda la eternidad sin dudarlo un segundo.

Sin embargo, hemos decidido salir de la cueva, arrojar nuestros cuerpos a la realidad. Luchar por volver a divisar un amanecer.
El mundo esta loco…o la vida es una locura…

sábado, 5 de julio de 2008

Días de tempestad.

-Día XXII

Han pasado varias lunas y no se divisa alguna novedad en el frente.
Llegar a pensar en salir afuera es hacer un acto kamikaze y solo alcanzar la muerte.

Los días se hacen eternos y mis párpados no resisten otras noches más por el ruido producido y el terror a que mi refugio se desquebraje.

Pasar los ratos meditando sobre el legado de aquellos fantasmas me mantuvieron ocupado unos días… al poco, me cansé de ellos. Les grité y ahora ignoro como si no estuviesen a mí alrededor.

Mientras en los huecos de mi mente, solo consigo percibir el susurro desesperado y desgarrador en mi cráneo, que me dice

¡SAL DE AQUÍ!